En este módulo he aprendido a
valorar la importancia de la dimensión afectiva
en el proceso de aprendizaje de una lengua y cómo tratarla en el aula de ELE,
ya que si creamos un ambiente afectivo y de aceptación proporcionaremos confianza
y seguridad a los alumnos, favoreceremos el aumento de su interés y motivación,
promoviendo su desarrollo tanto intelectual como personal, y esto va a producir
que se involucren más y cooperen con los compañeros, aprendiendo mutuamente.
Como hemos visto, si solo se
recuerda lo que se siente, y eso se convierte en experiencia, debemos introducir
en nuestras clases actividades relevantes,
es decir, que estén relacionadas con las vivencias de nuestros alumnos y que
muestren una conexión significativa con el mundo real, pues únicamente que
memoricen de forma mecánica no asegura su aprendizaje duradero, ya que olvidarán
pronto los contenidos estudiados al no poder relacionarlos con un contexto de
utilidad.
Lo que me ha parecido más interesante
de este enfoque es que promueve ir más allá de las actividades
pseudo-comunicativas que muchas veces presento en mis clases, por las que el
estudiante practica con unas estructuras y un vocabulario previamente
facilitados. Por ello, no solo basta con que nos centremos en las experiencias del alumno, sino que las
tendrán que reflexionar y analizar
para poderles dar sentido y que sepan conectarlas con los nuevos conocimientos para
después establecer generalizaciones, de modo que se generen oportunidades para crear conceptos y actuar. Así, la
experiencia previa se convertirá en algo nuevo, dando como resultado un aprendizaje significativo y duradero.
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